viernes, 15 de junio de 2007

La leyenda del espacio

Revolución es el movimiento orbital periódico que describe un cuerpo móvil en torno a un cuerpo central. En consecuencia, no hay revolución que no esté condenada a pasar perpetuamente por donde comenzó. El planeta Tierra invierte algo más de 365 días en completar su revolución elíptica alrededor del Sol. La revolución de la izquierda cordobesa necesita cuatro veces más tiempo que la Tierra para perpetuarse en el mismo sitio. Todas las revoluciones colectivas han fagocitado las utopías y sepultado en fosas comunes a quienes lucharon anónimamente por conseguirlas. Alguna calle. Poco más. Yo creo en la revolución íntima. En la revolucionaria búsqueda vital de uno mismo. Reconocerte en quien amas. Equivocarte como los demás. Perdonar como pocos. Saberte imperfecto. Quién eres. Encontrarte reflejado en los miles de espejos identitarios que nos rodean. Como el flamenco.

Flamenco proviene de las palabras en árabe “falah” y “mencub”, que significan campesino sin tierra, despojado, desahuciado, marginado, sin nada. Tras la conquista de Al Andalus, la excelencia de la música andalusí tomó la forma del dolor universal del que ya nada tiene. Del jornalero. Del errante. Del gitano. Del morisco que decidió quedarse y disfrazar su condición espiritual sin renunciar a ella. Ahora entiendo porqué las puertas de las casas estaban abiertas y el zaguán presidido por imágenes divinas. Y entiendo porqué los descendientes de artesanos y jornaleros se lavan hasta los codos como si practicaran una ablución. Y entiendo porqué las mesas de las matanzas se orientan en quibla. Y entiendo porqué las bodas moriscas parecen procesiones sevillanas… Y entiendo porqué el cantaor se duele con la garganta llena de sangre. El mismo dolor universal que transmite un verso de Kavafis, la prosa de Pavese o una canción de Los Planetas.

Su último y revolucionario disco se llama “La leyenda del espacio”. Los Planetas no sólo han teñido de electricidad alegrías, cañas, polos o las letras de Morente y Fosforito. Igual que hicieron los Smash o Triana, el grupo más vanguardista de la música independiente grita a pecho descubierto lo que somos. Por ejemplo, “ya no me asomo a la reja” es un fandango popular que recopiló Juan Antonio de Iza en 1709. Y contiene la esencia más pura del ser exaltado, contradictorio, individualista, pagano, amante y vital del pueblo andaluz: “Como moro soy más moro/ como cristiano cristiano/ como bueno soy más bueno/ como malo soy más malo/ soy más malo que el veneno/ después de haberme pasado toda la noche de jarana/ me vengo a purificar debajo de tu ventana como si fuera un altar”. Estamos rodeados de señales como ésta que nos atraviesan las córneas sin hacernos daño. Y como ciegos sensoriales nos negamos a verlas por temor a que se nos desmoronen los mitos fundacionales del Estado español. En esta revolucionaria Leyenda del espacio, como antes lo hiciera la Leyenda del tiempo de Camarón, Los Planetas han regresado al punto de partida para quedarse en el único sitio donde se puede estar: en el tránsito. Condenados al movimiento perpetuo.

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