lunes, 7 de mayo de 2007

Criticar a la Iglesia no es terrorismo

No voy a opinar. Intentaré ser escrupulosamente aséptico al describir los hechos. Igual que el alcohol sobre las heridas.
Andrea Rivera es músico. Para cierta prensa, cómico. Humorista. Comediante. Payaso. Ningún medio de comunicación lo llama intelectual. Durante el concierto celebrado en Roma el primero de mayo, Rivera criticó a la Iglesia Católica por negarse a dar sepultura religiosa a Piergiorgio Welby, un tetrapléjico a quien un médico le practicó la eutanasia en diciembre de 2006. El Vaticano le privó de su derecho como católico practicante por pedir a gritos la muerte mientras yacía en la cama con distrofia muscular. Hizo apología de la eutanasia. Eso dijeron. Avivado por los aplausos de unas cuatrocientas mil personas, Rivera elevó el rango del criticado y añadió: "El Papa dice que no cree en la teoría de la evolución. Estoy de acuerdo: la Iglesia nunca evolucionó. No soporto saber que el Vaticano le negó a Welby el entierro y no hizo lo mismo con dictadores como Franco o Pinochet". Un hecho objetivo. Incontestable.
Pero la Iglesia contestó. A través de su periódico oficial. Con estas palabras: “Criticar a la Iglesia es terrorismo”. No es la primera vez que la Iglesia Católica demoniza a quien no comparte sus opiniones. Antes los mandaba a la hoguera. Ahora los llama terroristas. Y se queda en paz. La clase política italiana vive en Italia. En Italia vive la Iglesia Católica con rango de Estado medieval. Y antes de correr el riesgo de ser acusados de cómplices de terrorismo, los políticos prefieren callar, seguir comiendo del pesebre y cortar la soga por la parte más débil. Calma, pidió Romano Prodi. La derecha incendió el debate sacando a colación a las brigadas rojas. Sólo Dario Fo salió en defensa del músico argumentando que el derecho a la sátira es una de las múltiples caras de la libertad de expresión. Es premio Nobel y puede hacerlo. Los demás sólo somos humanos. Carne del infierno. Italia se autodenomina república democrática. Sin embargo, el poder real no proviene del suelo sino del cielo. En Roma. Y en Córdoba. Un hecho objetivo. Incontestable. Y si no que se lo pregunten a Leo Bassi y a las más de trescientas personas que tuvieron la fortuna de disfrutar de su lucidez en el Palacio de Congresos. Enhorabuena a los organizadores. Leo Bassi también es comediante. Un intelectual.
Hace unos meses escribí un artículo criticando el reconocimiento a la duquesa de Alba como Hija Predilecta de Andalucía. Lo titulé “El insulto de la duquesa”. Esta semana ha sido condenada judicialmente por insultar a unos jornaleros. Andaluces, por supuesto. ¿Cómo puede ser hija predilecta de este pueblo una duquesa que lo insulta? No voy a contestar. Me limitaré a describir un hecho tan sangrante como objetivo: no se atreverán a quitarle tan inmerecido reconocimiento. Cortarán por la parte más débil. La culpa la tuvieron los jornaleros por encender a la pobre duquesa y luego denunciar sus insultos. Y del terrorista Andrea Rivera por crispar al redactor del Osservatore. Y de todos los que se atreven a moverse donde nadie se mueve.

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