martes, 5 de junio de 2007

La segunda transición

Recuerdo con cierta nostalgia las primeras campañas electorales. Los altavoces de los coches fabricando una lengua extraña con los eslóganes cruzados en el aire. Las calles tapizadas de octavillas multicolores. Los muros parecían crucigramas. Cientos de fotos subrayadas con siglas todavía desconocidas para un niño: AP, PTE, PDP, UPAN, PCPA... La izquierda de la época apelaba por el pluralismo partidista como síntoma de sanidad democrática. Aquellos jóvenes abominaban del bipartidismo y de la abstención. Tan imprevisibles en los setenta como llamar sin cables o calentar sin fuego. Han cambiado los tiempos. Aquellos jóvenes alcanzaron el poder. Y ahora defienden justo lo contrario. Nos comparan con Suiza y Estados Unidos para justificar los escasos índices de participación. Y alimentan el enfrentamiento entre pares para acabar con la presencia mediática de las minorías. Imprudentemente. Sin darse cuenta de la miseria de su discurso y de sus nefastas consecuencias.

El desinterés generalizado hacia la política no es la causa sino la principal consecuencia de esta estrategia suicida. Por definición, el bipartidismo conlleva una semidictadura del partido gobernante debido a la falta de control efectivo por la oposición minoritaria. Hablo de matemáticas. Quien alcanza el poder puede hacer prácticamente lo que quiera. Irregularidades incluidas. La mayoría de las veces silenciadas por una oposición cómplice que hizo lo mismo o que lo hará cuando cambien las tornas. Y en medio de tanta mierda, como siempre, los más débiles. Si de verdad se creyera en la democracia, la ley concedería a los ciudadanos mecanismos de control directo sin tener que esperar cuatro años a elegir entre listas cerradas. Serían públicas y ejecutivas las resoluciones de los Defensores del Pueblo o del Ciudadano. O los colectivos sin personalidad jurídica accederían gratuitamente a la justicia No conviene.
Hace más de un año y medio que nació el Taller de Ciudadanía como alternativa de participación directa a esta situación de crisis democrática. Un espacio abierto e independiente para fomentar el encuentro, el diálogo y el desarrollo sociocultural de los ciudadanos que quisieron acudir a sus sesiones. El poder de IU despreció sus propuestas acusándole de ser una franquicia del PSOE. Ahora llegan las elecciones municipales y me llena de felicidad descubrir a muchos de los asistentes y amigos en las listas del PA, PSOE, PP, UPAN… Todos ellos han asumido la difícil e ingrata responsabilidad de la democracia representativa. Y con su actitud valiente han demostrado el pluralismo y la pureza de intenciones del Taller de Ciudadanía. El tiempo ha descubierto quien mentía. Y la historia juzgará su hermosa labor de regeneración democrática. Volverán a llenar el aire, el suelo y las paredes con sus esperanzadores mensajes. Una segunda transición que debería servir de ejemplo a otros muchos lugares de Andalucía.

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